La ministra de Igualdad, Ana Redondo, prometió llevar a finales de este mes al Consejo de Ministros un anteproyecto de ley para la abolición de la prostitución. Acabar con esta esclavitud de mujeres en el siglo XXI en nuestro país ha sido una demanda del movimiento feminista desde hace décadas, pero el PSOE ha traicionado reiteradamente a las mujeres incumpliendo sus compromisos abolicionistas. Una cosa son las declaraciones y los programas electorales, y otra muy distinta la acción legislativa, y ésta ha sido inefectiva desde que el PSOE llegó al Gobierno hace ya siete años.

Lo que las feministas vemos en este anuncio de la ministra es un intento de lavar la imagen de un Gobierno salpicado por el machismo de unos políticos de los que hemos sabido que disfrutaban seleccionando e intercambiándose mujeres. No es la primera vez que utilizan el feminismo con el objetivo de mejorar su reputación pública (hasta en dos ocasiones han montado la farsa de querer aprobar una ley abolicionista a sabiendas de que no lo lograrían), así que donde por su parte hay una estrategia, nosotras constatamos una clara tomadura de pelo.
¿O acaso es coherente que un Gobierno que se declara abolicionista subvencione con más de medio millón de euros al Comité de Apoyo a las Trabajadoras del Sexo, el cual quiere que se creen en nuestro país “espacios públicos al estilo de los barrios rojos de algunas ciudades europeas”? ¿O por qué no reintroduce la tercería locativa en el Código Penal para penar a los dueños de locales, burdeles, clubes, saunas o pisos en los que las mujeres son prostituidas siendo esto algo que puede hacer hoy mismo puesto que no necesita aprobar ninguna ley? ¿Por qué en siete años no hemos visto ni una sola campaña de concienciación para que la abolición de la prostitución acabe siendo una demanda social generalizada? ¿A qué esperan para hacerlo por tierra, mar y aire?
Cuando algo verdaderamente se quiere, se pelea por ello en la opinión pública y se buscan los consensos parlamentarios. Lo que no se hace es jugar con la vida de casi 200.000 mujeres y niñas prostituidas
Por otro lado, tanto el PP como VOX se declaran igualmente abolicionistas, pero tampoco en estos partidos los actos acompañan a sus palabras. A Podemos, por su parte, sólo le preocupa el colectivo LGTBI, y Sumar o ERC son partidarios de la regulación de la prostitución, es decir, de convertir en un derecho para los hombres el comprar y violar a las mujeres, así como de otorgar cobertura institucional a redes criminales que se disfrazan de empresarios “del ocio”. En definitiva, que le decimos a este Gobierno que cuando algo verdaderamente se quiere, por una parte se pelea por ello en la opinión pública y, por otra, se buscan los consensos parlamentarios necesarios para hacerlo posible. Lo que no se hace es jugar con la vida de casi 200.000 mujeres y niñas prostituidas abocadas a graves trastornos físicos y mentales y, en muchas ocasiones, a una muerte prematura.
La Plataforma Estatal de Organizaciones de Mujeres por la Abolición de la Prostitución (PAP) ha estado años elaborando una Ley consensuada por gran parte del movimiento feminista español, pero sistemáticamente ignorada por la clase política
Según diferentes instituciones como Naciones Unidas, Médicos del Mundo o el Consejo de Europa, en España cuatro de cada diez hombres han pagado por sexo alguna vez, convirtiéndonos en el país de mayor consumo de prostitución de la Unión Europea y el tercero en el mundo. Los hombres están en deuda con las mujeres de este país, y si bien de los puteros nada bueno podemos esperar, ¿qué pasa con los que no lo son? ¿Por qué no dejan de mirar hacia otro lado y nos acompañan en esta lucha para construir una sociedad en la que ninguna mujer o niña sea tratada como mercancía? En esta larga historia de humillación y falta de humanidad hay actores protagonistas, pero la pasividad nos hace a todos y todas cómplices.

La Plataforma Estatal de Organizaciones de Mujeres por la Abolición de la Prostitución (PAP) ha estado años elaborando la Ley Orgánica para la Abolición del Sistema Prostitucional (LOASP), ley que ha sido consensuada por gran parte del movimiento feminista español, pero que ha sido sistemáticamente ignorada por la clase política desde que fue presentada en el año 2020. Hasta en cinco ocasiones la PAP ha solicitado al presidente del Gobierno una reunión para explicarle el proyecto, pero este encuentro nunca se ha producido. Tampoco desde el Ministerio de Igualdad se ha cumplido con el compromiso de reunirse periódicamente con representantes de esta Plataforma con la finalidad de ir llegando a acuerdos concretos respecto al desarrollo de esta ley. En resumen, nuestras demandas siguen siendo ignoradas por el autodenominado “Gobierno más feminista de la historia”.
En la prostitución y en la pornografía todo es detestable. Apestan esos hombres babosos que penetran a jovencitas en los pisos de nuestras ciudades
La LOASP ha sido elaborada por juristas, activistas y expertas en violencia estructural, y no sólo cuenta con el apoyo de más de cien entidades y asociaciones feministas, sino que me atrevería a decir de la inmensa mayoría de las mujeres y, espero, también de muchos hombres. Es una ley que se sustenta en cuatro pilares fundamentales: multar y sancionar a quienes pagan por sexo, es decir, a los puteros; desmantelar el proxenetismo mediante la persecución de intermediarios y redes; reinsertar socialmente a las mujeres prostituidas garantizándoles vivienda, acompañamiento psicosocial, formación laboral y renta básica; e invertir en formación y sensibilización, no sólo en el ámbito educativo, sino también en los cuerpos de seguridad del Estado, en el personal sanitario y de los servicios sociales, en el poder judicial, así como en la sociedad en su conjunto.
Esta norma tiene su referente directo en la ley de Suecia del año 1999, la primera abolicionista del mundo. En ella, la prostitución es considerada oficialmente como una forma de explotación de mujeres y niñas, por lo que el reproche social se desplaza hacia los puteros y los proxenetas mediante la criminalización de éstos. Dicho de otro modo, se visibiliza el rol protagonista que los hombres tienen en la pervivencia del sistema prostitucional. Sin puteros, la prostitución no existiría. Los resultados han sido muy satisfactorios: según datos de The Swedish National Council for Crime Prevention (2021), más de 7.600 hombres han sido multados y se ha reducido la cifra de puteros en ese país en un 86%, lo que ha motivado a otros países como Noruega, Islandia, Irlanda del Norte o Francia a imitar ese modelo.
Tenemos el deber de imaginar un mundo sin prostitución, al igual que en el pasado lo imaginamos sin la esclavitud de las personas negras, sin el trabajo infantil o sin la venta de órganos.
Ya es hora de decidir aquí qué tipo de sociedad queremos construir: ¿una en la que los hombres ven diversión donde las mujeres viven un infierno? ¿Una donde las mujeres sufren golpes y humillaciones, desgarros vaginales y anales, infecciones por VIH y otras ITS, dolor crónico, adicción al alcohol y a las drogas para disociarse de su propio cuerpo, estrés postraumático, depresión crónica, ideaciones suicidas y también asesinatos? ¿O por el contrario nos dejamos de una vez por todas de buenas palabras y de posibles leyes descafeinadas y aprobamos la LOASP, una ley que dice alto y claro a los hombres que no pueden violar impunemente a las mujeres?
En la prostitución y en la pornografía todo es detestable. Apestan esos hombres babosos que penetran a jovencitas en los pisos de nuestras ciudades. Apestan los proxenetas que obligan a las mujeres a ser violadas una y otra vez hasta que no pueden más mientras ellos se llenan los bolsillos. Apesta la pornografía, donde lo que se exhibe son chicas cada vez más aniñadas y prácticas extremadamente violentas y agresivas que luego ellos quieren replicar con sus novias. Apesta que lo que hace que a muchos hombres se le ponga dura sea el control, el poder y la humillación de mujeres que no los desean. Apestan los foros donde los hombres puntúan a las mujeres prostituidas o las webs donde ellas son expuestas en catálogos con reclamos como “a estrenar” o “productos nuevos”, como si de zapatos se tratasen; y apesta que se hipersexualice a las niñas para que aprendan desde pequeñas que su valor radica únicamente en su sexualidad. Apesta todo, y cuando algo apesta nuestra obligación es limpiarlo.
Tenemos el deber de imaginar un mundo sin prostitución, al igual que en el pasado lo imaginamos sin la esclavitud de las personas negras, sin el trabajo infantil o sin la venta de órganos. Tenemos que avergonzar a los puteros, poner el estigma en ellos y posicionarnos del lado de las víctimas, es decir, de mujeres y niñas pobres, en su inmensa mayoría migrantes y extremadamente vulnerables. Y si la prostitución es éticamente execrable – imposible hacer otra lectura –, entonces necesitamos de una vez por todas políticas públicas comprometidas y una sociedad que, con una sola voz, diga sin miedo que las mujeres no estamos a la venta. Señora Redondo, cerremos la página más negra de nuestra historia y asuma ya la iniciativa legislativa que proponemos desde el movimiento feminista.









