Sofía Capilla Torres (Moncada 1973) es responsable de la edición del libro ‘Mujeres: Espacio y arquitectura (1999) y redactora de ‘Un billete de ida: Éxodo rural de mujeres a Quart de Poblet (2022). Ha sido reconocida por el Ayuntamiento de Moncada por su contribución a fomentar la igualdad real entre hombres y mujeres
PREGUNTA: ¿Qué recuerdos tienes de tus primeros veranos?
RESPUESTA: Los recuerdo a remojo. Siempre estaba en la piscina con mis amigas y se nos pasaban las horas volando. Jugábamos, saltábamos, nos reíamos… y casi todo siempre dentro del agua, por lo que acabábamos con los labios morados. También recuerdo los helados, que fueron muchos esos años, y ahora me pregunto cómo nos permitían tomar tal cantidad de azúcar diaria. Todo esto ocurría en Masías, donde mis padres tenían un chalet, y donde me juntaba cada verano con 4 amigas más. Formábamos un quinteto inseparable y, aunque en Masías no había demasiado ambiente, nosotras no necesitábamos nada más para ser felices.
«Mis primeros veranos los recuerdo a remojo, siempre estaba en la piscina con mis amigas en Masías donde mis padres tenían un chalet»

También he veraneado muchos años en Bronchales, un pueblecito de Teruel donde la avalancha de valencianos que llegábamos allí en agosto era tal, que hasta teníamos fiestas propias dentro del marco de las fiestas locales. Allí sustituía la piscina por grandes pinadas. En ellas, los domingos hacíamos paella, y recuerdo que había gente que se llevaba el agua en garrafas desde Valencia para que la paella fuera lo más auténtica posible. Las fiestas en ese pueblo eran muy divertidas, y la nostalgia por aquellos años me ha hecho volver, ya de adulta, en varias ocasiones.
P: ¿Tus lugares favoritos?
R: Me gusta mucho el norte de España, no sólo por sus paisajes y por lo cuidado y limpio que está todo, sino también porque la temperatura en verano es mucho más agradable. Asturias o Cantabria son dos de mis destinos preferidos para los meses tórridos de julio y agosto, pero los precios también allí se han disparado y cada vez resulta más difícil poder escaparte una semana. Por otra parte, si tuviese que elegir un destino fuera de España, sin duda sería Baviera. Los Alpes alemanes me parecen un lugar de cuento al que siempre quiero volver.
«Recuerdo el año que me fui con mi pareja de aquel entonces a la India durante un mes. No sé si fue el mejor verano de mi vida, pero realmente me impactó mucho ese viaje, tanto para bien como para mal»
P: ¿Eres de mar o montaña? ¿Qué lugar elegirías de la costa o del mar?
R: En mi infancia el mar casi no estuvo presente, y supongo que ésa es la razón por la que, ya de mayor, empecé a apreciar cada vez más la playa. Sin duda, ahora prefiero más el mar, tanto para el invierno como para el verano. Mirar ese horizonte azul me da paz, y la brisa, en verano, es impagable. Si pudiera, me pasaría varias semanas en la costa cantábrica. En verano está mucho menos masificada que la mediterránea, así que me iría allí sin pensármelo.

P: ¿Qué recuerdos tienes de las fiestas de Moncada?
R: Tengo más recuerdos de las fiestas de Massarrojos que de las de Moncada. Mi madre es de Massarrojos y allí he pasado muchos años de mi infancia. En realidad, me he criado allí, con mis abuelos, hasta el punto de que tomé la comunión e hice la fiesta de San Vicente allá. Mis abuelos ya fallecieron y Massarrojos casi no forma parte de mi vida actual, pero en el pasado disfruté mucho de sus fiestas y de la buena relación que existía entre las vecinas y vecinos. Lo que más me gustaba era “tomar la fresca” por la noche. Nos juntábamos casi toda la calle y las conversaciones eran muy divertidas.
«Un día importante en las fiestas de Moncada era cuando actuábamos la Agrupación Folklórica en el Mercat Vell, grupo del que formaba parte»
De las fiestas de Moncada lo que más recuerdo es ir a casa de mi amiga María porque por su calle pasaban los toros. Sinceramente, me gustaría que esta tradición ya no estuviese presente en nuestras fiestas. También recuerdo algún que otro discomóvil y, por supuesto, las procesiones. Salir a la calle a ver pasar a la gente era una cita obligatoria. Otro día importante para mí era cuando actuábamos la Agrupación Folklórica en el Mercat Vell. Yo formaba parte de ese grupo de bailes regionales, y todos los años organizábamos un festival. Estar en el escenario dándolo todo y recibir el aplauso de tus vecinas y vecinos eran muy emocionante para mí.
P: ¿Cuál ha sido tu mejor verano?
R: Recuerdo el año que me fui con mi pareja de aquel entonces a la India durante un mes. No sé si fue el mejor verano de mi vida, pero realmente me impactó mucho ese viaje, tanto para bien como para mal. Otro agosto importante para mí fue el que pasé en Lamu (Kenia), con una ONG, en un proyecto destinado a mejorar la vida de las mujeres de esa isla. De nuevo las diferencias culturales me sorprendieron, y creo que son esas experiencias las que me han permitido ver luego las cosas con una mirada más amplia y generosa.
«Masías continúa formando parte de mi rutina verano. Sigo yendo a refrescarme a la piscina y a compartir tiempo con mis hermanos, mis sobrinos y mi madre»

P: En la adolescencia, ¿seguiste veraneando en el mismo lugar?
R: Sí, Masías y Bronchales continuaron siendo en mi adolescencia mis destinos durante los meses de verano, pero sin duda se convirtieron en lugares mucho más aburridos para mí. Es normal. Creces y tus preferencias son otras. En esos años lo que más te apetece es pasar tiempo con tu novio y estar fuera de casa todo lo que puedas. No es que la adolescencia te dé para viajar mucho, porque dinero no tienes, pero recuerdo, por ejemplo, salidas con las amigas con tiendas de campaña, y aquello se convertía en toda una aventura para nosotras. Los preparativos duraban semanas, y casi diría que ese tiempo de organización lo disfrutábamos más que cuando estábamos en el lugar de destino.
P: ¿Y ahora, cómo son los veranos? ¿Cómo es tu rutina un día de verano?
R: Respecto a mi rutina diaria, Masías continúa formando parte de ella. Sigo yendo a refrescarme a la piscina y a compartir tiempo con mis hermanos, mis sobrinos y mi madre. Además, siempre que puedo también voy a la playa, a alguna que no esté muy abarrotada, aunque tenga que hacer más kilómetros para llegar. Allí disfruto de estar sola, cosa que me gusta mucho, aunque suele acompañarme algún libro. Para mí, es el lugar ideal para leer o para escuchar música.
Por otra parte, también intento hacer alguna escapada. He tenido la suerte de visitar unos cuantos países, sobre todo europeos, pero también de otros continentes. Este año me voy con una amiga a París a finales de agosto. Visité esta ciudad hace 30 años, así que toca volver para redescubrirla.
P: Olores, sabores, colores de verano
R: La ensaladilla rusa y la sandía son los sabores top de cualquier verano. Respecto a los colores, me quedo con el azul intenso del mar, y para los olores elijo el jazmín de mi chalet.
P: Un libro para leer este verano
R: Llevo entre manos dos libros, y ambos son muy recomendables: Las abandonadoras, de Begoña Gómez Urzaiz, y En la casa de los sueños, de Carmen María Machado. El primero consta de una serie de relatos biógrafos de mujeres que, por diferentes motivos, abandonaron a sus hijas e hijos. Habla de mujeres imperfectas, complejas, que colocaron su proyecto vital (por convicción propia o por necesidad material) por delante de la crianza. La autora politiza la maternidad lo que te conduce, inevitablemente, a la reflexión. El segundo recoge el testimonio personal de una historia de abusos en el marco de una relación lésbica. Ninguno de los dos libros diría que son “típicamente veraniegos”, pero es el tipo de literatura que me gusta.